Las notas habían sido un éxito. Seis en total, largas, detalladas y morbosas (Por su realismo, no por exageración) y el público argentino había respondido comprando más ejemplares de la revista “Perfil”. Y esa mañana el Jefe de Redacción me exigía una más “Solo una”; había que exprimir el tema.
La Catalepsia o “Muerte Aparente” siempre había capturado la atención de todo mortal desde que Edgar Allan Poe escribiera su “Entierro Prematuro” (Premature Burial, 1831.) contando casos que pasaron entonces. La verdad es que no tenía más material (Ni el-de-reserva, con que cuenta todo periodista) así que miré mi panel de corcho, en la pared, donde durante más de dos meses de 1983 me había dedicado a estudiar esta oscura afección.
A ver: Le podía pasar a cualquiera, pero eran propensos los epilépticos, aunque fueran leves.
Un buen día, cualquier vecino despertaba en la mañana y comprobaba con sorpresa que no podía moverse. Ni siquiera la jaula torácica respondía a su voluntad. El corazón no se alteraba pese al pánico y uno parecía no respirar, aunque sí lo hacía con la lentitud con que un yogui muy avanzado realiza sus ejercicios de Pranayama (Control de la respiración, más o menos.). No podía tragar, ni cerrar los esfínteres, ni abrir los párpados…
Tampoco el alarido de su esposa alteraba sus funciones vitales ni el diagnóstico del médico cuando lo pinchaba y comprobaba su “muerte”. No podía tampoco tener el consuelo de la embriaguez del mareo o el desmayo: Estaba ardientemente despierto, en vigilia total. Luego venía lo acostumbrado; las bromas de “Los Capilleros”, que son las personas que preparan el cadáver para ser presentado en la Capilla Ardiente en ese Show que los Cristianos (Entre otros) llamamos “Velatorio”.
Bromas, bofetones, a veces vejaciones y la tortura del “Mortician Makeup”, el “maquillaje” que se les realiza a los difuntos, terrible para alguien vivo: Pegamento en los párpados para que estos no se abran, relleno de algodón en el interior de la boca y más pegamento en los labios, quebrar algún codo o rodilla para que se acomode si el “Rigor Mortis” lo vuelve muy duro (Otra característica de la Catalepsia) y luego la vestimenta, los afeites y el peinado.
Alguna familia pudiente, conocedora de este mal prolongaba hasta 72 horas el velatorio. Pero si era un cataléptico pletórico (Que acababa de comer.) el contenido del estómago se fermentaba y comenzaba a salir por sus canales naturales, pareciéndose esto a la D.N.C (Descomposición Natural Cadavérica.), por lo cual el pariente era enterrado rápidamente.
Luego, claro, despertaba.
Últimamente (Desde 1978) se somete a todo “muerto sospechoso” a un Electroencefalograma, donde sí, se revela la Vida del presunto muerto.
Pero… ¿en cuántos pueblos o comunidades del tercer mundo hay electroencefalógrafos?
Muchos turistas terminaron gritando en el ataúd de un exótico país extranjero.
Después estaban los húngaros.
Ellos tienen una costumbre, fruto de su obsesión por los no-muertos (Briscolakas.). Ningún velorio se salva de que en determinado momento la abuela de la familia clave una larga aguja en la planta del pié del fallecido; si la sangre sale carmesí, de un rojo vivo, se sabe que es un cataléptico.
Los temas se agotaban: Estaba la gente que, colocadas en la bóveda familiar lograba romper parte del ataúd, entonces al entrar el aire pero no poder salir por estar empotrados en esas especies de bibliotecas mortuorias, padecían gritando, llamando a un cuidador que estaba lejos, durmiendo la siesta. Las fuerzas flaqueaban, al final, una semana después, morían de hambre y principalmente de sed, luego de estropear el hígado bebiendo su propia sangre…
Estaban también los otros, los ignotos, los que eran enterrados: Si su cuerpo se momificaba, como pasa en muchos cementerios, por saturación de la tierra o por remedios o alcohol que ingería el muerto, se notaba algo raro cuando, al exhumarlos, la momia estaba boca abajo.
La cosa es así: Las familias locales son muy pobres, y como todos los pobres de Sud y Centroamérica comen muchísimo (Fíjense la diferencia de estos con los pobres de la India o África, casi esqueléticos.) y tienen montones de hijos. Esto hace que pronto se olviden de los que-se-fueron.
El Municipio entonces toma una drástica medida: El fallecido es exhumado rápidamente y su momia es puesta en una Catacumba subterránea, parada, sostenida con una cadena que corre todo a lo largo de las paredes blanqueadas con cal. En algún momento de 1924 al Municipio se le ocurrió cobrar la entrada a este sitio de recogimiento y los turistas no tardaron en convertirse en buenos clientes. Incluso Ray Bradbury hizo un cuento “El Grito Mudo”, creo, se llama, por la sensación que dan los cadáveres de estar gritando al aflojárseles la mandíbula.
El espectáculo no puede ser más pavoroso: Miles de ex-vivos, con sus ropas cotidianas (Costumbre mejicana.) están parados frente a la curiosidad del público, con todo su pelo, músculos y piel. Con un peso mucho menor que en vida por la deshidratación, pero incluso con sus globos oculares velados, mirando al vacío. Allí puede verse al farmacéutico que murió hace 6 meses y a la nena tuberculosa que hace poco iba a la escuela. Pero el tema que nos interesa a nosotros es la Catalepsia. 123 momias arañándose la cara, mordiéndose las muñecas, hundiéndose los ojos, en posiciones fetales, en una coreografía del Dolor Extremo, muestran a cualquiera (No hace falta ser un experto.)que ese fue víctima de un Entierro Prematuro. Pero la joya (perdón, me extralimité.) de aquel reducto es una madre que parece gritar en su rostro acartonado y que tiene entre sus piernas, unido aún por un cordón umbilical como de cuero a un recién nacido que también parece dar alaridos, como un obsceno juguete.
Gracias a estos testimonios los americanos (Siempre ellos.) determinaron, en 1981, que 4 de cada 10 personas pueden terminar siendo un Muerto Aparente. Esto pasaba, por supuesto, desde la prehistoria, cuando no se enterraban a los muertos. Y se cree que de allí nacieron muchas leyendas y hechos históricos, como el pasaje de Lázaro en el Nuevo Testamento. Entonces, ¿de qué iba a seguir hablando? ¿Cómo sería mi 7mo artículo? El tema estaba agotado. Por lo menos eso creía yo……
Es muy feo, para cualquier artista, que se le exija tener talento a plazos. Para colmo este talento descriptivo tenia que estar acompañado de datos fidedignos. Estaba por abandonar el proyecto de un 7mo artículo sobre Catalepsia cuando se me ocurrió una idea.
¿Qué pasaría si alguien con propensión al mal donara sus órganos?
Me dirigí al I.N.C.U.C.A.I, organismo encargado de la recepción de los órganos donados en Argentina.
Quería el relato tremendo de alguien que hubiera despertado al ablasionarsele un ojo, o el alarido desarticulado cuando la sierra quisiera trepanar un cráneo o al abrir un abdomen.
No; pese a la distinguida atención que se me dispensó no descubrí nada: Esos hechos solo ocurrieron en mi calenturienta imaginación. Bueno, no quedaba nada ya; el tema había sido exprimido como nunca antes. Incluso logré (Como traté de hacerlo con el “Snuff” (Porno-Crimen) y otros sucesos.)que se olvidara la estúpida idea de que la Catalepsia era una “Leyenda Urbana”. Ridículo nombre que gustan dar los burgueses panzones a todo lo que no entienden.
Y entonces, una noche que descansaba para darles la mala noticia a la revista “Perfil”, en el medio de un sueño (Gracias al “Silva Mind Control” qué practicaba entonces.) me vino la idea. Y desperté gritando.
Cuando, sin miramientos, el cuerpo es arrastrado con los bastones y arrojado, cual un pollo al interior del horno, se baja su tapa, de hierro colado y por medio de 3 roscas se aseguro (Mucha seguridad para algo que no puede escapar.) Cuando esto está listo se encienden los mecheros y cuando estos ya están siseando, se les pregunta a los deudos si alguno quiere presenciar la “Reducción”.
Generalmente nadie acepta. Cómo mucha gente presenció este método nació un dicho en el ambiente de los cementerios: “La Danza de la Abuelita”. La Sabiduría Popular inventó esto pues (Yo tuve la mala suerte de presenciarlo.) el cuerpo cuando recibe el impacto brusco de los cañones de fuego se contrae y comienza a contorsionarse como un bailarín demente o un amante.
Esto sumado a que el pelo desaparece, la piel se ampolla, la boca (Y los párpados.) se contrae sobre la dentadura con una risa sardónica y él muerto golpea contra los ladrillos, desnudo en un strip-tease repentino, hace que todos estos fenómenos naturales se asemejen a una danza, “La Danza de la Abuelita”.
Presenciar esto se paga con una impronta perpetua en la memoria, con muchas noches sin dormir y, a veces con el desequilibrio. Algún tiempo después, cuando ya los deudos están firmando cláusulas, el cuerpo carbonizado se retira y con un gran palo de amasar de caucho (“El rompe-muertos”) se aplastan aquellos carbones biológicos hasta “reducirlos” a algo parecido a cenizas. Estas son barridas sin miramientos a un gran corral donde descansan 300 kilos de cenizas.
Con una pala se llenan las costosas urnas para los parientes; las cenizas están mezcladas como las almas. (Por revelar esto me comí un juicio.); nadie recibe las cenizas de sus deudos, nadie. Si no fijarse que jamás se reciben cenizas tibias, siempre frías, que son las que están más abajo. Todo este Show del “Mortician Bussines” ya lo había publicado hacía casi una década. Pero ahora la idea era: ¿Alguien despertó alguna vez en el horno?
La Directora de Cementerios era una cuasi-adolescente muy hermosa. Estábamos en el principio de la Democracia y era común que los puestos destacados estuvieran ocupados por ex-modelos y actrices.
El Nuevo Gobierno tenía buen gusto, por lo menos.
Entre mohines y caídas de ojos la bella me dijo.
—-“Hacé lo que quieras, ¿para la revista “Perfil”?….por favor, ¡cualquier cosa que necesites!”
Hasta se ofendió cuando le ofrecí dinero, no cuando, días después le obsequié una pulsera de oro 18 quilates.
La puerta estaba abierta. Me dirigí al siniestro edificio (1909) que se alzaba en el medio del Cementerio de la Chacarita, donde alguna vez dormiremos nuestro Sueño Eterno las gentes de Clase Media. El General Perón, por ejemplo, eligió descansar allí (Eva Perón, su compañera, en cambio, está en el exclusivo Cementerio de La Recoleta.)junto Al Pueblo. Conocía el Mecanismo y el Método de aquel lugar. Solo quería hablar con el Capataz. El torvo hombre, de una gordura gigantesca, indino y con una gorra gris me encaró, con aspecto de “Pocos Amigos”.
Me expliqué.
—-“Mire señor, estudio los fenómenos de La Muerte. Sé lo que sucede en una cremación. Sé que el cadáver se mueve y, que en ocasiones grita, debido al aire acumulado en sus pulmones….le dicen…”
—-“El Pedo”—-me interrumpió.
—-“Si Señor”——“Llámeme Barrantes”—-me dijo y nos relajamos.
—-“Si, gracias….si, es como un flato que sale por la boca……pero no son palabras, ¿no?”
—-“No….es como un grito”
—-“Bueno, justamente, lo que yo busco…je, je, son palabras….”
—-“Como palabras”—-De nuevo la tensión.
—-“Si, mi curiosidad es saber, si “alguna vez, alguien” emitió….palabras, desde adentro…”
—-“…….”
—-“Si, vea, existe una particularidad del cuerpo, que se llama “Catalepsia”…usted lo sabe”
—-“……”
—-“Y al existir esto, yo imaginé que alguien debe haber despertado aquí….en el horno.”
—-“Pero eso es muy comprometido….usted tiene mucha imaginación….”
—-“Sé que pasó “alguna vez”.
—–“……”
—–” Es más, señor Barrantes, yo le prometo, le doy mi palabra de honor….”
Aquí le tomé las manos depositándole 300 dólares en sus palmas.
—–“….Que diré que esto sucedió en Bolivia, no aquí, en La Chacarita….”
Luego de la correspondiente transición donde con cara de Sota el Capataz guardó su dinero en el bolsillo dijo con voz muy baja:
—–“Y…..sí, a veces se escuchan puteadas…..”
—–“¿Como puteadas?”
—–“…..Sí, imagínese….una vez que ponemos el cuerpo, ajustamos los cerrojos y mandamos el fuego es muy difícil volver atrás; se tarda como 15 minutos en parar la llamarada.”
—–“…….”
—–“Entonces, si…..a veces se escucha—-“Hijos de putaaaaaaaa…..saquenmé de aquíiiiiiiiii……me quemo….socorrooooooooooooo!!!!!!!!!!!”.
—–“¡¡Es….alguien que está vivo!!”
—–“Y…sí….tiene eso que usted dice….siempre pasó…..”
—–“Y…. ¿ustedes no pueden?…..no hacen nada…..”
—–“Y qué vamos a hacer, señor….le dije….es muy difícil parar todo…nunca lo rescataríamos vivo.”
Pese a mi faz amable sentí que los pelitos de la nuca se me erizaban.
—–“Y….que hacen entonces…..”
—–“Nos sacamos la gorra y rezamos un Padre Nuestro….”
No quería hacer esta pregunta pero era menester, para terminar la nota.
—–“Y….. ¿Pasa a menudo?”
——“Y…..5,6 veces por mes.” Cinco o Seis veces por mes un pariente nuestro era quemado vivo!!!!!!!!!!. Y no existen Estadísticas de esto.
Se calcula que hay unos 3 millones de argentinos tienen “Fobialepsia”, una fobia a la Catalepsia, otros ni la conocen; tienen suerte.
Esa tarde nació otro fóbico más.