Había una vez en el oriente de Cuba, una joven llamada Marisol. Ella vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques frondosos. Marisol era conocida por ser una gran bailarina y por su belleza cautivadora. Un día, mientras caminaba por el bosque, Marisol se encontró con un hombre alto y oscuro que parecía haber salido de la nada.
El hombre se presentó como El Cucuy, una criatura mitad hombre mitad animal que habitaba en los bosques de la región. Marisol se asustó al principio, pero El Cucuy le dijo que no le haría daño y que en realidad, él estaba buscando una compañera de baile. Marisol, emocionada por la oportunidad de bailar con un ser tan místico, aceptó la oferta de El Cucuy.
Cada noche, Marisol se aventuraba en el bosque para bailar con El Cucuy. Al principio, todo parecía bien, pero después de varias noches, Marisol comenzó a notar que El Cucuy se estaba volviendo cada vez más posesivo. Él insistía en que ella bailara solo para él y se enojaba cuando ella intentaba irse temprano.
Una noche, después de haber bailado por horas, El Cucuy se enojó cuando Marisol le dijo que tenía que irse a casa. Él la agarró del brazo y le dijo que nunca la dejaría ir. Marisol estaba asustada, pero de repente se acordó de una leyenda que su abuela le había contado.
En la leyenda, se decía que si alguien lograba quitarle al Cucuy su sombrero, perdería su poder y se convertiría en un hombre normal. Marisol, con el corazón latiendo rápido, logró quitarle el sombrero al Cucuy y, de repente, éste desapareció en el aire. Marisol corrió hacia su casa y nunca más volvió a bailar con El Cucuy.
Desde entonces, Marisol se ha convertido en una leyenda en su pueblo, y la gente habla del valor que tuvo al enfrentar al Cucuy. Y aunque nadie sabe con certeza si El Cucuy sigue vagando por los bosques, la leyenda dice que si alguien se encuentra con él, lo mejor es ser valiente y estar preparado para cualquier cosa.